Conocimientos,
avances técnicos y petróleo: la exploración hidrocaburífera
en Mendoza (1918-1943)
Knowledge, Technical Advances and Oil: Hydrocarbon Exploration in
Mendoza (1918-1943)
Enrique
A. Timmermann[1]
Resumen: Este trabajo analiza la
etapa exploradora y los avances técnicos aplicados en la búsqueda de petróleo
en Mendoza entre 1918 y 1943. Se destacan dos momentos históricos comprendidos
entre las gobernaciones lencinistas y las
conservadoras. Los resultados fueron muy diferentes debido a la acción del
Estado por un lado y la gestión de Yacimientos Petrolíferos Fiscales por otro.
Durante la gestión lencinista hubo intentos por
promover la búsqueda de petróleo. Si bien hubo una gran cantidad de solicitudes
de cateos, prácticamente ninguna empresa pasó a la siguiente etapa de cadena de
valor. Durante la década de 1930, en cambio, la compañía estatal aplicó
conocimientos de última generación para la búsqueda de petróleo en las cuencas
cuyanas. En efecto, el trabajo analiza los diferentes métodos explorativos que fue utilizando YPF durante la etapa en
estudio.
Palabras clave:
Tecnología; Empresa pública; Exploración de recursos.
Abstract: This
paper analyzes the exploratory stage and the technical advances applied in the search for oil in Mendoza between 1918 and 1943. Two historical moments between the Lencinist and
conservative governments stand out.
The results were very different due to the action of the State on
the one hand and the management
of YPF enterprise on the other. During
the Lencinist administration
there were attempts to promote the search for oil.
Although there were a large number
of requests for searches, practically
no company moved on to the next stage of
the value chain. During the 1930s, on the other hand, the state company applied
state-of-the-art knowledge to search for oil in the Cuyo basins. Indeed, the work analyzes the different exploratory methods that YPF was using during
the stage under study.
Keywords: Technology;
Public enterprises; Resources exploration.
Recibido: 10 de febrero de 2022
Aprobado:
18 de mayo de 2023
Introducción
El petróleo es la fuente principal para mover los
motores de combustión, imprescindible para la industria. La Primera Guerra
Mundial lo transformó en un elemento fundamental para el transporte de armamentos
y hombres. Por eso, los países beligerantes
intentaron asegurarse las fuentes de aprovisionamiento en lugares como Rumania
o Medio Oriente.
Terminada
la guerra, las potencias vencedoras comenzaron un proceso de acaparamiento de
reservas hidrocarburíferas con el fin de una
producción estratégica del petróleo. En Latinoamérica, lugares como Venezuela y
México se convirtieron en zonas de competencia para empresas como Stantard Oil y Royal Dutch Shell.
Argentina, más allá de ser un país marginal en materia petrolera, también fue
territorio de disputas en Comodoro Rivadavia, Salta y Plaza Huincul.
El petróleo
en Mendoza era conocido desde épocas prehispánicas y en la colonia se lo usaba
para calafatear barcos. A fines de siglo XIX se descubrieron varios lugares de
brea petrolífera en el departamento de San Rafael[2]
y se explotaba petróleo en Agua del Corral, distrito de Cacheuta,
Luján de Cuyo.[3] Sin
embargo, los “trust” no llegaron a
Cuyo, probablemente debido a que no se sabía su capacidad productiva y a la
dificultad de transporte del mineral extraído.[4]
Al
respecto, es importante recalcar que Mendoza posee dos cuencas productivas: la
Cuyana y la Neuquina Sur Mendocina. Para la época, la primera cuenca comprendía
los siguientes parajes: Cacheuta, Potrerillos y Lunlunta (Luján de Cuyo); Barrancas (Maipú-Luján de Cuyo) y
Tupungato. Mientras que, en la segunda, estaban: Piedra de Afilar, Loncocho, El Sosneado, Chihuido, Barrancas y Llancanelo;
todos ubicados en el departamento de San Rafael (recordemos que Malargüe fue
creado en 1950 y su actual territorio era parte de San Rafael).
Si
bien las primeras exploraciones de estos lugares comenzaron a fines del siglo
XIX, no fue hasta 1920 que los pedidos de cateos se intensificaron en gran
cantidad. Empero, los agentes solicitantes no se trasladaron a los lugares
pedidos para demarcar sus solicitudes. El objetivo era acaparar posibles pozos
petroleros. De todos modos, los lugares elegidos para la prospección no eran
los adecuados. En efecto, fue necesario un estudio profundo y con conocimientos
de avanzada para lograr ubicar y cubicar los yacimientos petrolíferos mendocinos.
En ello, la concepción de una empresa pública, Yacimientos Petrolíferos
Fiscales, y las innovaciones tecnológicas para el sector jugaron un papel
clave.
Los
objetivos de este artículo son, por un lado, analizar los cambios que la
industria petrolera introdujo en las técnicas de exploración dentro de nuestro
marco temporal y cómo impactaron en el desarrollo del sector en la provincia; y
por otro, conocer cómo incidieron en el hallazgo de nuevas zonas petroleras,
hasta ese momento no prospectadas.
Este
trabajo reconstruye la primera etapa en la industria petrolera: la exploración.
Momento importante y de mayor riesgo económico en la cadena de valor, ya que es
donde más recursos se invierten y la ganancia no está asegurada. En una primera
instancia abordaremos las técnicas, la legislación y las diferentes etapas de
la exploración petrolera. Posteriormente nos detendremos en los antecedentes
sobre estudios geológicos disponibles para Mendoza en 1918. Seguidamente
presentaremos las peticiones de exploración (cateos) que se llevaron a cabo en
los años siguientes durante la década de 1920. Luego, detallaremos las
iniciativas propiciadas por Yacimientos Petrolíferos Fiscales como consecuencia
de su convenio con la provincia de Mendoza en 1932. La reconstrucción resulta
importante puesto que permite identificar los agentes intervinientes, así como,
también, reflexionar sobre la acción del Estado en la búsqueda de petróleo.
A
nivel internacional, Scherer (1978) indaga sobre la
ciencia y la tecnología usadas en toda la cadena de valor del petróleo en
México. Este trabajo nos muestra, si bien desde una mirada más actual, cómo los
mexicanos se encuentran posicionados en el uso de la tecnología y su innovación
para la exploración y/o explotación de hidrocarburos. La literatura nacional
sobre el tema es escueta pero importante. Gadano
(2006) realiza un análisis de la exploración en las zonas de Comodoro
Rivadavia, Neuquén, Salta y Jujuy, tanto de compañías privadas (nacionales y
extranjeras) como por parte del Estado. Sin embargo, no se adentra en las innovaciones
tecnológicas. Chebli (s/f) también lleva a cabo una
recapitulación de las zonas de exploración mencionadas, aunque más enfocado en
las técnicas explorativas. Por otro lado, Stinco (2012) describe la evolución de las técnicas de
exploración desde la expertise
de la ingeniería. Una mención especial es el trabajo de Solberg
(1986), si bien analiza las mismas zonas que Gadano,
lo hace en perspectiva nacionalista. Esto lo lleva a oponer al Estado nacional
contra las empresas privadas tanto nacionales como extranjeras. Además, señala
la legislación sancionada o aquellas propuestas que fueron presentadas en el
Congreso y que tenían por objeto impedir el acceso del cateo a las empresas
privadas.
Recalde
(2011) por su parte, examina los gastos que origina la tarea exploratoria en la
actualidad desde una mirada de la ciencia económica. Su estudio, bajo una
mirada cualitativa, presta atención a los determinantes que priman en la
decisión de realizar o no la tarea prospectiva. También, Dachevsky
(2013) estudia el concepto de renta petrolera en la exploración y analiza, por
tanto, los sitios rentables para explotar y cómo el estado obtiene la renta petrolera.
En un nivel
de análisis que prioriza la escala provincial, Colbert France (1937) describe
la búsqueda de petróleo llevada a cabo desde la llegada de los españoles a
Mendoza hasta fines del siglo XIX. La publicación pone en valor la importancia
del oro negro en la época de la colonia. Díaz Araujo (1968) por su parte,
profundiza el siglo XIX. Si bien el artículo se centra en la producción que
llevó a cabo Fernando Fader en Cacheuta
(departamento de Luján de Cuyo), señala las distintas campañas realizadas por
geólogos en busca de las napas petrolíferas en el sur de la provincia. Por
último, Timmermann (2016) estudia el gobierno de José
Néstor Lencinas (1918-1920) y cómo se potenció la
solicitud de cateos en esa época.
La
exploración petrolera
La exploración es la primera etapa de la cadena de
valor hidrocarburífera. Por tanto, las falencias o
aciertos en este momento repercuten en el resto del proceso. De ahí la
necesidad de realizar esta actividad con el mayor acierto posible. La
producción petrolífera permite obtener dinero para financiar nuevas
exploraciones, y la ubicación de las reservas constituye la base del
crecimiento de la empresa (Stinco, 2013, p. 14). Es
decir, esta etapa es insoslayable porque le permite conocer y determinar a una
compañía las reservas potenciales para iniciar una producción exitosa.
En el caso
específico de la Argentina y de YPF en particular, el objetivo final era el
autoabastecimiento energético, de ahí la necesidad de conocer en profundidad
los lugares posibles y reales de petróleo. Además, debe tenerse en cuenta la
importancia energética del hidrocarburo. En la década de 1920, Argentina era
uno de los países con mayor consumo per cápita de combustible (Solberg, 1986) y, en la siguiente, el consumo siguió
aumentando. Esto debido, entre otros factores, al incipiente proceso de industrialización
que comenzaba en el país.
Las
empresas privadas conseguían recursos para explorar a través de dos mecanismos:
divisas obtenidas de su producción (en la mayoría de las situaciones) o
mediante créditos en la banca. Por su parte, el ente estatal lograba los
recursos necesarios para llevar adelante la exploración de las ganancias que
obtenía al vender el combustible; es decir, que la primera etapa se solventaba
solo con sus propios activos.[5]
Según
Recalde, el proceso de exploración es el que menos recursos necesita dentro de
la etapa del upstream.
La autora señala que, en ese momento, las empresas invierten solamente el 15%
de su presupuesto (2011, p. 43). Sin embargo, el grado de retorno es muy bajo,
por la incertidumbre de encontrar realmente un yacimiento petrolífero.
Consideramos
que dos elementos resultan decisivos en esta primera etapa. Por un lado, el
grado de avance en las técnicas y equipos disponibles para la prospección de la
zona potencialmente petrolera; y por otro, el sistema normativo que regula y
concede los permisos, tanto a particulares como a empresas. De modo que la
legislación es un instrumento para organizar las etapas de la exploración. En
este sentido, se organizó un sistema dinámico que se modificó conforme a los
avances científicos y técnicos, así como también, se ajustó a las políticas
económicas vigentes en nuestro país y en la provincia.
También
tenemos presente otras dos variables necesarias para el análisis: el marco
histórico en que se busca petróleo y la situación económica para llevarlos a
cabo. El contexto nos permite analizar las acciones-decisiones de las compañías
privadas para la década del 1920 y el rol que jugó el Estado en los años
treinta.
Técnicas de exploración
La exploración minera en general trabaja bajo el
concepto de “riesgo minero”, clasificado en bajo, medio y alto. Cada uno de
ellos estriba en la seguridad o no de hallar la sustancia minera, en nuestro
caso, petróleo. Mientras más cerca de una cuenca productiva se realice la exploración
más bajo es el riesgo y, por tanto, más seguro es encontrar el hidrocarburo.
Lógicamente las empresas tratan siempre de buscar en zonas de bajo riesgo
minero.
Las
primeras exploraciones en Argentina a fines del siglo XIX en busca del mineral
se realizaron con la teoría del anticlinal. Un anticlinal es una formación
convexa hacia arriba de las capas de la tierra. La búsqueda de estos sitios
geológicos se realizaba a través de una prospección visual. Este fue el método
que utilizaron los geólogos, por ejemplo, de Carlos Fader[6] para
conocer la existencia de petróleo en Agua del Corral (Cacheuta)
o de Moisés Campos[7] en el
Cerro Alquitrán (San Rafael).
En
general, estos descubrimientos se apoyaban en zonas de manaderos de petróleo,
lo que aseguraba la existencia del mineral. Con este método exploratorio se
encontraron varios yacimientos en lo que se denominó petróleo fácil (Stinco, 2013, p. 58).
Tanto para la zona sur como la norte, existían evidencias que ubicaban
perfectamente estos manaderos.
A
principios del siglo XX los desarrollos disciplinares de la geofísica se
volcaron al sector petrolero. A partir de entonces, la prospección permitió
identificar estructuras que no estaban a la vista superficialmente y por lo
tanto se amplió la posibilidad de hallar reservorios. Otra disciplina, la
gravimetría o magnetometría coadyuvó en ese sentido.[8]
La primera se utilizó en Hungría alrededor de 1906, mientras la segunda en
Rumania, diez años después. Como
señala Gadano (2006), la Primera Guerra Mundial
confirmó la importancia del petróleo, pero también le
aportó innovaciones técnicas a los trabajos exploratorios que permitieron
optimizar tiempos y ahorrar recursos en la primera etapa de la cadena de valor
de la industria hidrocarburífera.
El método magnetométrico se hizo intensivo hacia 1920 en México y
Colombia, como también en la Argentina. Este fue el primer gran avance
científico volcado a la industria petrolera en su primera etapa de la cadena de
valor puesto que facilitó el reconocimiento de reservorios profundos. En el
caso de Mendoza, fue fundamental ya que muchos pozos superaron los mil metros
de profundidad, como veremos más adelante.
Yacimientos
Petrolíferos Fiscales, para nuestra época de análisis, poseía cuatro equipos
gravimétricos y cinco sismográficos. Con ellos había relevado 228.775 km2
de superficie en la Argentina. Además de las cuencas conocidas (Mendoza,
Neuquén, Chubut, Santa Cruz), había explorado Formosa, Chaco, Santa Fe y
Córdoba (Landoni, 1942, p. 39).
Hacia
1927, la industria petrolera comenzó a utilizar la sísmica de reflexión. Este
método provenía de la navegación y permitía ubicar elementos hundidos en el
agua y que no eran visibles a simple vista. Paralelamente también se usaba una
técnica similar: la sísmica de refracción.
Ambos
métodos fueron probados por primera vez en Estados Unidos y tenían la
importancia de reducir en forma notable los costos de exploración.
Efectivamente, para YPF fue un avance importante porque redujo la cantidad de
perforaciones exploratorias en más de un 60% (Fossa-Mancini,
1930, p. 1008). La empresa utilizó la sísmica de refracción por primera vez en
Campo Durán, provincia de Salta. Este avance tecnológico no solo le permitió a
YPF un ahorro económico, sino también de tiempo de trabajo. Esto debido a que
pudo poner en producción un yacimiento en menor lapso del acostumbrado en ese
momento. Es decir, la empresa estatal incorporaba las innovaciones tecnológicas
de ese momento para lo cual, también, tenía personal calificado (ingenieros),
capacitado en la mayoría de las veces en el extranjero.
Es
importante resaltar el empleo por parte de la empresa estatal de estas
innovaciones tecnológicas por dos motivos. En primer lugar, porque vemos que la
repartición estatal incorporaba las novedades técnicas e iba al compás de las
empresas innovadoras, no quizás en la creación, pero sí en la implementación de
tecnologías de punta para la época.[9] En segundo
lugar, porque el uso de estas era llevado a cabo por personal altamente
calificado y, en la mayoría de los casos, como señalamos, capacitado en el
extranjero. Mencionemos a modo de ejemplo a los ingenieros mendocinos, Enrique
Cánepa que estudió en Inglaterra, o a Agustín Rosas que se perfeccionó en
Suiza.
Ahora
bien, cuando Yacimientos Petrolíferos Fiscales comenzó su labor empresarial en
Mendoza hacia 1931, trajo una nueva técnica de prospección. En efecto, los
avances permitieron comenzar a buscar zonas petroleras en lugares de riesgo
minero medio y alto. El método que se utilizó fue la búsqueda en la superficie
de gases derivados de acumulaciones de hidrocarburos. Con esta técnica podían
observarse fugas de gases livianos (metano, propano, butano) que producían
diferentes anomalías. La aplicación de esta tecnología permitió un avance
decisivo en un área que había sido de interés estatal y privado durante la
década de 1920 pero sobre la cual no se habían alcanzado resultados
satisfactorios (Timmermann, 2016). Por tanto,
consideramos que, para Mendoza, en la década mencionada, la escasa disponibilidad
de equipos técnicos y costosos, así como los conocimientos disponibles, fueron
los principales elementos que explicarían esas iniciales dificultades.
Esto
guarda relación con los efectos de los cambios en la evolución económica. En la
práctica, los avances implementados por YPF le permitieron a Mendoza
posicionarse como segunda zona petrolera argentina y diversificar su economía
agroindustrial hacia una industria de base (Timmermann,
2020).
Etapas de la exploración[10]
El primer paso en la exploración de petróleo es la
solicitud de cateo que, hasta 1931, pudo realizarse libremente. En ese año, el
gobernador interventor, José María Rosa, suspendió por cinco años los permisos.
En
la solicitud, el peticionante debía cumplir con las reglamentaciones que
describimos a continuación y, luego de publicada en el Boletín Oficial,
solicitaba la demarcación (segundo paso) del área a explorar.
Una vez
registrada, se iniciaba el plazo disponible para explorar; en otras palabras,
comenzaba el trabajo de campo. En caso de hallar una mina, debía registrarla en
la Dirección de Minería, Petróleo y Geología, presentando una muestra del
material encontrado. El paso siguiente era realizar un pozo explorador con el
objetivo de estudiar y analizar las diferentes capas que se encontraban entre
el suelo y el posible yacimiento. Se utilizaba un instrumento llamado sacatestigo (Fernández O’Connor, 1940, p. 35) obteniendo
una corona de pozo.
Leyes que regían la exploración
Las exploraciones tenían como marco legal el Código
de Minería de 1886 sancionado bajo la Ley N° 1.919
durante la presidencia de Miguel Juárez Celman. Este código mencionaba la
búsqueda general de minerales a través de tres categorías diferentes.
En su
título tercero (capítulos 25 al 43) describía quién podía explorar, sobre qué
radio, dónde podía realizarlo, etc. Los permisos obtenidos debían abonar un
canon semestral que se pagaba por adelantado. El Estado, con esto, obtenía un
recurso fiscal que variaba según la política minera como veremos más adelante.
En caso de que el explorador no abonara los cánones, el Estado, sin más
trámite, podía dar por terminada la concesión y rematar los cateos otorgados.
El
pedido mínimo era de 500 hectáreas (unidad de medida). Un pedido podía contener
hasta 20 unidades. A su vez, el explorador podía solicitar hasta 20 pedidos en
una misma provincia o territorio nacional. Esto significa que una persona podía
llegar a abarcar en su exploración hasta 200.000 hectáreas. Es decir, que tenía
capacidad para recorrer él solo los departamentos mendocinos de Ciudad,
Guaymallén, Godoy Cruz, Maipú y los distritos de Chacras de Coria, Vistalba y centro de Luján de Cuyo.
Hipólito
Yrigoyen, en 1917, a través de la Ley N° 10.273,
modificó el Código de Minería. Estas reformas versaban sobre cánones y
concesiones de las minas, inversiones mínimas a realizar, caducidad de la
concesión, etc.
Por
último, en 1935 y durante la presidencia de Agustín P. Justo, el Congreso de la
Nación sancionó la Ley N° 12.161 sobre Régimen Legal
de las minas de petróleo. En ella se establecieron específicamente los detalles
de cómo debía llevarse a cabo la exploración petrolera.
Es
importante resaltar que esta ley y su contenido no tuvo trascendencia en
Mendoza debido a que la provincia había fijado un Convenio de exploración
especial con la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales en 1932 y que
contenía plazos, espacios y momentos especiales y que serán analizados en otro
apartado.
Por
otra parte, a nivel provincial, el gobierno de Elías Villanueva sancionó en
diciembre de 1901 la Ley de Minas N° 227. Esta era
una especificación a la ley nacional en cuanto indicaba cómo debían presentarse
las solicitudes de cateos y en qué lugar debía realizarlo el interesado.
Además, señalaba que todo lo concerniente a las minas era potestad exclusiva
del Poder Ejecutivo.
La llegada
al gobierno provincial de José Lencinas (1918-1920)
marcó el inicio de una política estatal hacia el petróleo. En efecto, esta
política pudo verse reflejada en la creación de la Dirección de Minas, Petróleo
y Geología dependiente del Ministerio de Industrias y Obras Públicas. Una de
las primeras acciones de esta dependencia fue reglamentar la Ley provincial N° 227. El decreto N° 353/1918
que contenía 76 artículos, especificó a nivel local las solicitudes de
exploración, unidades de medidas de la exploración, cánones y pertenencia de
las minas descubiertas, la acción del estado en el tema, etc. La especificidad
de estas cuestiones da cuenta de la influencia del saber técnico en la
redacción de la norma y la consecuente organización de la actividad de acuerdo
con esos cánones (Timmermann, 2016).
La reforma
fue aprobada desde diversos sectores, en tanto se consideraba que la promoción
estatal era clave para dinamizar la industria. Al respecto, la prensa local
expresó:
Las disposiciones de la ley
nacional Nº 10.273, sobre reformas al Código de
Minería, han venido a favorecer grandemente el fomento de la industria minera
argentina. A esto se agrega la creación en nuestra provincia, desde el año
1918, de la División de Minas, Petróleo y Geología, repartición técnica
especialmente destinada a promover el desarrollo de este importante género de
actividades, facilitando a los interesados cuanto dato de utilidad sea posible,
a fin de que el número, cualesquiera que sean sus recursos, pueda emprender en
la mejor forma la exploración y explotación de las minas” (“La industria
minera…”, 1922).
Durante
toda la década de 1920 no hubo modificaciones legales en Mendoza. Efectivamente,
los gobiernos que sucedieron a José Lencinas (tanto
electos como interventores) no propiciaron ninguna reglamentación al código
provincial. Aun así, debemos mencionar el decreto N°
850/26 de Alejandro Orfila que promovía con incentivos económicos la explotación
petrolera. Esto podría explicar el aumento de pedidos de cateos en 1927 tal
como lo muestra el Gráfico 1.
El
golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, y la llegada del interventor José
María Rosa a Mendoza marcaron el inicio de una nueva etapa en la exploración.
Efectivamente, el 13 de febrero de 1931 y a través del Decreto N° 304 se dispuso la suspensión de trámites de cateo de
petróleo y demás hidrocarburos fluidos y sólidos en todo el territorio
provincial. Esta medida tendría vigencia durante 5 años. A su vez Ricardo
Videla, gobernador electo de Mendoza desde 1932, amplió la prohibición 5 años
más y declaró caducos (Decreto N° 23/1932) los
expedientes de exploración que no habían cumplido con las normativas que hemos
descripto arriba. De esta manera, más de 200 exploraciones pasaron a archivo y
las zonas quedaron en vacancia para que oportunamente pudieran ser solicitadas
en cateo nuevamente.
La
última legislación local sobre exploración durante nuestro período de estudio
fue la Ley N° 966, conocida como “Convenio de
Explotación de Petróleo con Yacimientos Petrolíferos Fiscales” (1932). La
misma fue obra de un largo trabajo de estudio llevado a cabo por las
administraciones conservadoras, por especialistas consultados ad hoc de Mendoza
y por los técnicos de la empresa estatal. Estuvo destinada exclusivamente a
otorgar la exclusividad de la exploración a YPF (Timmermann,
2020).
Los conocimientos sobre el suelo mendocino antes de
la llegada del lencinismo al gobierno
Señala Corbert France
(1937) que el primer lugar donde se encontró petróleo en Mendoza fue en el
Cerro Los Buitres, departamento de San Rafael durante el siglo XVIII. En
efecto, fueron las autoridades del Virreinato del Río de la Plata quienes
enviaron una expedición con el fin de reunir información de la “brea”
encontrada en este paraje. El segundo lugar, señala el mismo autor, fue Agua
del Corral, en el distrito Cacheuta, Luján de Cuyo.
Durante
el siglo XIX diversos exploradores recorrieron la zona cordillerana mendocina
y reconocieron manaderos de petróleo: citamos entre otros a Justo Molina, José
Santiago de Cerro y Zamudio, etc. Uno que merece destacarse en esta etapa fue
Fray Luis Beltrán por su importancia en la gesta sanmartiana
y el uso de brea para esta epopeya.
A
nivel geológico merecen mencionarse los trabajos de Rodolfo Zuber
quien durante 1886 estudió la zona de Cacheuta con el
fin de ubicar los lugares más importantes para realizar la explotación
petrolífera de Carlos Fader y su Compañía Mendocina
de Petróleo. Entre fines de siglo XIX y principios del XX, quien realizó
exploraciones fue Enrique Hermite,[11] en la
zona de Cacheuta y agregó Potrerillos donde encontró
esquistos bituminosos en “grandes cantidades” y de “excelente calidad” (1904,
p. 79-80).
Es
importante resaltar los trabajos que llevó a cabo la “Comunidad Exploradora de
Petróleo” de capitales chilenos. Esta empresa durante los primeros años de la
década del siglo XX exploró toda la zona oeste de los departamentos de San
Rafael y Malargüe, descubriendo minas como San Juan de Dios, La Paloma, Nueva Baku, etc. (Yrigoyen, 2007). Es decir, que antes del
descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, varios personajes trabajaron
en “la tierra del sol y del buen vino” en busca de una industria prometedora.
Los
logros conseguidos motivaron, hacia 1910, el envío de geólogos de la División
de Minas, Petróleo y Geología del Ministerio de Agricultura de la Nación. Estos
científicos fueron los doctores Anselmo Windhausen[12] y Juan Keidel,[13] quienes
recorrieron la cuenca neuquina, tanto en la provincia de Mendoza como de la
homónima provincia. Lamentablemente no hemos encontrado todavía el informe
sobre los estudios que llevaron a cabo en la zona. Es muy probable que ellos,
junto con otros, hayan sido la base de la planificación del proceso de
exploración que YPF montó en la década de 1930 en la zona.
Bunge
(1930, p. 408) señala que el trabajo exploratorio para esta época se llevó a
cabo prácticamente por empresas privadas. A su vez, remarca que el número
relativamente reducido de geólogos entrenados y con experiencia para el
trabajo en Argentina (lo que también le sucedió al ente estatal) llevó a
contratar personal en el exterior, a diferencia de los ingenieros, que tenían
una preparación adecuada (más allá de su especialización en el exterior como
hemos comentado). Esto significó que los costos se incrementaran prácticamente
el doble. El autor indica que las empresas privadas, hasta 1923, habían
invertido en esta etapa $75.000.000 m/n. Lógicamente, el área a explorar que cita
el autor fue Comodoro Rivadavia y Plaza Huincul. Sin embargo, para el caso de
Mendoza, sabemos que fue el Estado quien prospectó el suelo en búsqueda de
formaciones geológicas aptas para la minería (léase petróleo), como analizamos
a continuación.
Los
avances exploratorios durante la década de 1920
Un avance relevante en la búsqueda de petróleo se
dio con la llegada al gobierno de José Lencinas en
1918. Como ya señalamos, este gobierno creó la Dirección de Minas, Petróleo y
Geología con el fin de incentivar la industria minera en general y la de
petróleo en particular. Su director fue el ingeniero Guillermo Hileman, quien había trabajado en la industria petrolera
en California.
El objetivo
de la creación de la agencia estatal lo manifestó enfáticamente el gobernador
en la apertura de las sesiones de la Legislatura de 1918:
Se harán estudios geológicos
determinando las formaciones y estratificaciones de los yacimientos de
petróleo. Por intermedio de la División se ubicarán pozos de exploraciones a
fin de determinar la extensión y producción de los yacimientos comprobando así
su riqueza, de vital importancia para la Provincia y para la Nación. […] Las
inmensas riquezas mineras y petrolíferas que Mendoza guarda en sus entrañas
verán la luz del sol y los propósitos de nuestro Gobierno serán coronados por
el éxito, puesto que, está de por medio la voluntad que todo lo puede, cuando a
ello se agrega el propósito firme e invariable del engrandecimiento y
prosperidad de la Provincia (Lencinas, 1918, p. 64).
Por
su parte, el ministro de Industria y Obras Públicas, Eduardo Teisaire, designó como consultor de la División, pero
dedicado exclusivamente al tema petrolífero, al ingeniero de Minas y Geología
Chester B. White, quien había tenido participación como accionista en la
Compañía Mendocina de Petróleo. La función específica de White estaba orientada
a la reorganización práctica para los estudios y trabajos a realizarse con base
en la geología económica de la provincia (Lencinas,
1918, p. 64).
Con
el objeto de reforzar la información geológica sobre las áreas a explotar, el
gobierno de Mendoza conformó un cuerpo de cateadores que tenía por misión
prospectar el suelo mendocino. La tarea se respaldaba en un programa de cateos
en toda la provincia, elaborado por el mencionado White.[14]
La información obtenida permitiría ofrecer un estudio previo a las futuras
empresas que buscaran petróleo.
Guillermo
Hileman buscó la llegada de inversores extranjeros a
través de publicaciones internacionales comentando sus propias visitas a
posibles sitios petrolíferos. Narró que para acceder a la zona sur de Mendoza
era necesario trasladarse durante tres días a lomo de caballo o mula desde la
estación de tren en San Rafael (Hileman, 1921, p.
89). A su vez, destacó los trabajos previos necesarios para lograr pozos de
exploración: construcción de caminos, construcción de vivac, traslado de
máquinas y elementos, etc. Según señalaba el director de la Dirección de Minas,
el monto ascendía a $300.000 m/n. Sin embargo, una vez realizado el primer pozo
explorador, el segundo y siguientes, tendrían tan solo un costo entre $5.000
m/n a $8.000 m/n.
A
partir de 1918 las exploraciones mineras en busca de sustancias de primera categoría
(en esta se encuentra el petróleo) fueron creciendo de manera exponencial, como
puede observarse en el Gráfico 1. En este sentido, puede entenderse que la
formación de una dependencia específica y la contratación de personal
especializado fue un instrumento del Estado local para activar la demanda en
la búsqueda de petróleo. De esta manera, diseñó instrumentos para su registro
y control.
Este
incremento en los permisos de cateos se enmarca en la tendencia nacional, o lo
que Mayo, Andino y García Molina (1985) dieron en
llamar la “Fiebre del Petróleo Argentino”. Sin embargo, las exploraciones
fueron disminuyendo a partir del año 1921, para prácticamente desaparecer en
1927 (11 solicitudes) tal como muestra el Gráfico 1.
Es probable que esta disminución se debiera a
la inestabilidad político-institucional de los gobiernos lencinistas
en la provincia. En efecto, los gobiernos duraban aproximadamente 20 meses,
puesto que eran intervenidos por el gobierno nacional. Esta alternancia,
asimismo, afectó la publicación de los pedidos de cateos en el Boletín Oficial.
Citamos, por ejemplo, el caso de Juan Montserrat Dasi
que presentó su pedido el 23 de marzo de 1920 y recién fue publicado el 26 de
noviembre de 1921 (Boletín Oficial de la Provincia de Mendoza, 1921) o el de
Carlos Fader, quien presentó la denuncia de mina el
30 de mayo de 1922, pero fue publicada el 16 de enero de 1924 (Boletín Oficial
de la Provincia de Mendoza, 1924).
Estos hechos,
nos llevan a plantearnos como hipótesis que los interesados en la industria
petrolera (los grandes trust)
buscaron otros yacimientos fuera de la provincia debido a la demora en la
actividad burocrática del Ministerio. A su vez, debió haber afectado el
descubrimiento de petróleo en Plaza Huincul en 1918 y el comienzo de
explotación a partir de 1920[15] al
trasladarse los capitales a este lugar.
Gráfico 1: Solicitudes de cateos en la provincia de
Mendoza, entre 1918 y 1928
Fuente: Elaboración propia a partir de Boletín Oficial de Mendoza, 1918-1928.
Del
total de solicitudes presentadas durante la década de 1920 (1.203),
prácticamente el 60% fueron realizadas por extranjeros, destacándose
norteamericanos y chilenos. A su vez, sobresalen apellidos conocidos en el
ambiente petrolero como Francisco Pavletich, Roberto O. Kirkpatrick o Eulogio
Rojas Mery. Los cateos fueron de bajo riesgo minero porque se realizaron en
áreas geológicamente conocidas por las publicaciones de Hileman
o Windhausen entre otros: Cacheuta
(Luján de Cuyo), El Sosneado (San Rafael) y Barrancas
o Loncocho (Malargüe, San Rafael). Es importante
señalar, tal cual lo especificó Agustín Rosas,[16]
que todas estas solicitudes llegaron a abarcar prácticamente una tercera parte
de todo el territorio mendocino (“Las medidas del gobierno…”,1939, julio 20)
tal cual puede observarse en el Mapa 1.
Una
particularidad es que estas prospecciones no fueron realizadas a nombre de las
grandes empresas petroleras, los “trust”,
sino por particulares y de manera individual en la mayoría de los casos. Quien
más solicitudes presentó fue Kirkpatrick con 96 unidades, mientras Rojas Mery
solicitó 80. De todas maneras, esta afirmación es relativa, ya que podrían
haber actuado como representantes. Más allá de esto, por lo menos a través de
los expedientes no hemos encontrado “el acaparamiento minero” o el “juego de
nombres” como señalan Bovi y Fandos para el caso de
Jujuy.[17]
La
actividad de los solicitantes en los pedidos fue muy variada: comerciantes,
abogados, ingenieros, desocupados, empleados, etc.; tal cual puede observarse
en el Gráfico 2. Podemos suponer que los abogados pueden haber sido contratados
por alguna empresa para llevar a cabo el pedido. En el mismo sentido, estarían
los ingenieros. Gadano (2006) para Comodoro
Rivadavia, sostiene un fin especulativo de estos pedidos, argumentando que
luego los tenedores de cateos, los transferían (vendían) a compañías privadas.
Un objetivo similar podría explicar el tipo de solicitantes de cateos en Mendoza aunque, si fue así, no tuvieron éxito, como veremos.
Las
demarcaciones efectuadas fueron menos de una tercera parte de los cateos asentados
(328), mientras que las denuncias de descubrimiento de nuevo mineral fueron,
tan solo para este período, 29 (6 para petróleo/brea petrolífera y 23 para
esquistos bituminosos).
Por
su grado de importancia, mencionamos a: “La Susana” de esquistos bituminosos en
Las Heras o “El Emporio” en Potrerillos, Luján de Cuyo. De petróleo citamos a
“San Pablo” y “Matilde” en El Sosneado (San Rafael) o
“Thelma” en Barrancas (Malargüe, San Rafael). Sin embargo, ninguna comenzó con
la explotación inmediatamente. En el caso de las minas ubicadas en el Sosneado, en 1927 fueron adquiridas por la compañía Río
Atuel S.A. y recién entonces, comenzaron a ser explotadas por esta empresa.
Gráfico 2: Profesión según las solicitudes de
cateos
Fuente: Elaboración propia con base en Boletín
Oficial de Mendoza, varios números, 1918-1928.
El resto de
las solicitudes de cateos mayoritariamente fue declarado caduco a través de
decreto N° 32 de 1932, como ya se mencionó. Esto
significa que, de haber habido un fin especulativo como señala Gadano, en Mendoza, no tuvo efecto positivo.
Es
importante resaltar que el gobierno mendocino en ningún momento fijó áreas de
reservas o prohibición de lugares para llevar a cabo cateos, salvo el intento
fallido del gobernador Alejandro Orfila en 1926. En efecto, un decreto del
gobierno nacional el 10 de enero de 1924 prohibió la exploración en diferentes
áreas de los territorios nacionales. En igual medida lo hicieron los gobiernos
de Jujuy (10 de diciembre) y de Salta (12 de diciembre).[18]
Estas prohibiciones no implicaron, como hemos visto, un vuelco de futuros
inversores petroleros a Mendoza. Todo lo contrario, la tendencia a la baja de
solicitudes prosiguió como lo indica el Gráfico 1. Salvo el año 1927, donde
hubo un pequeño aumento de las solicitudes, que pensamos fue por el fomento que
intentó darle al petróleo el gobierno de Alejandro Orfila a través del
incentivo económico del decreto provincial N°850/26.
Para
finalizar este apartado, cabe resaltar que YPF entre 1924 y 1927 llevó a cabo
varios estudios en Mendoza. Efectivamente, el sector de Geología y Topografía
de este ente nacional envió en un primer momento a Guido Bonarelli
(italiano) para que realizara estudios sobre la factibilidad económica de
explorar algunas áreas. Posteriormente, Enrique Fossa-Mancini,
director del sector, solicitó relevamientos aerofotográficos de Mendoza para
luego realizar perforaciones de exploración (Riccardi, 2015, pp. 25-26).
Lamentablemente estas iniciativas quedaron truncas, pero, sentaron una base
para la década de 1930. A su vez, confirman lo que mencionábamos para Mendoza
sobre la búsqueda estatal de futuros yacimientos.
Mapa N° 1: Mapa de cateos
solicitados entre 1918-1928
Fuente: Elaboración propia con base en Registro Oficial del Ministerio de Industria
y Obras Públicas de Mendoza (1918-1928)
La
llegada de Yacimientos Petrolíferos Fiscales a Mendoza y nuevas zonas de
exploración
El golpe de Estado de 1930 llevado a cabo por el
Gral. (R) José F. Uriburu dispuso que en Mendoza gobernara José María Rosa.
Este designó a Ricardo Videla como ministro de Obras Públicas y Servicios.
Apenas
asumido, el ministro procuró reactivar experiencias fallidas de exploración y
explotación petrolera, en un probable intento por incorporarse al esquema
petrolero nacional, liderado por las provincias patagónicas y centralizado por
la acción de la empresa estatal. Para ello, solicitó al Ministerio de
Agricultura de la Nación el envío de técnicos que perfeccionaran la
información ya conocida por la repartición mendocina. El Ministerio designó a
los geólogos alemanes Walter Schiller y Ricardo Stappembeeck
de la Dirección Nacional de Minas.[19]
En sus estudios detectaron que había grandes yacimientos de petróleo en la zona
de Tupungato (Valle de Uco) y Malargüe (Sur). En este
último sitio, hacía varios años que la Compañía Atuel S.A. venía trabajando.
Estos
resultados preliminares fueron tan satisfactorios que Ricardo Videla promovió
la creación de una Comisión para que lo asesorara sobre el Régimen petrolífero
provincial (Decreto provincial N° 464/30).
Uno
de los primeros dictámenes de esta Comisión tuvo por objetivo frenar la actividad
privada sobre el sector: suspendió, por el término de cinco años, los permisos
de cateos y exploración en la provincia (Decreto provincial Nº
304/31). En los considerandos, la Comisión se basó en decretos análogos que el
gobernador de la provincia de Salta había llevado a cabo en 1924.[20]
Como
se vio en esta reconstrucción, las acciones privadas no habían producido un
desarrollo petrolero en la provincia, salvo el caso de la Compañía Río Atuel
S.A. que operaba en forma exigua en el Sosneado,
departamento de San Rafael. Por esto, resulta importante destacar la acción
llevada a cabo por el gobierno, en aras de una diversificación de la economía.
Como señala Oyala Dávila (2008, pp. 240-241) Mendoza
produjo otros recursos: petróleo.
Además de
las exploraciones que propiciaba la provincia, la misma empresa estatal,
Yacimientos Petrolíferos Fiscales, realizó durante 1931 inspecciones en la zona
sur y en el Cerro Cacheuta (“La Dirección de
Yacimientos…”, 1931; Provincia de Mendoza, 1934, p. 34). Los estudios fueron
llevados a cabo por el contralmirante Tiburcio Aldao y el ingeniero Enrique
Cánepa.[21] Los
agentes enviados por la empresa estatal establecieron que la zona sur de la
provincia debía explorarse aún con mayor profundidad, mientras que, en las
tierras pertenecientes a la Compañía Mendocina de Petróleo, en Cacheuta, estaban dadas las condiciones para comenzar la
explotación del oro negro. Estos auspiciosos resultados explican que el
interventor José María Rosa promoviera la firma de un contrato entre YPF y la
Compañía Mendocina de Petróleo, en 1931,[22]
empresa esta última que era la detentadora de la zona hidrocarburífera
de Cacheuta.[23]
Ricardo
Videla asumió la gobernación de Mendoza en febrero de 1932. Su breve pero
intensa trayectoria en el Ministerio de Industrias y de Obras Públicas durante
el gobierno de de Rosa le brindó cierta experticia en
el tema hidrocarburífero. Por eso logró la firma del
convenio con YPF y su posterior implementación.
En primer
lugar, dispuso la caducidad de todos aquellos cateos que hasta esa fecha no
hubieran realizado las acciones que fijaba la ley y, por tanto, se encontraban
paralizados.[24] Más de
400 expedientes fueron archivados y con ello se permitió que una gran zona
minera de la provincia fuera puesta a disposición de nuevos inversores (acá se
encontraban entre otros, los expedientes de Kirkpatrick, Rojas Mery, etc.). En
rigor, se trataba de habilitar zonas mineras para el futuro convenio con YPF.
En un
segundo momento, el gobierno reglamentó algunos aspectos de la Ley provincial Nº 227 sobre minería sancionada en 1902.[25] Esta
nueva normativa dispuso que los trabajos de investigación geológica y de
exploración debían ser aprobados por la Legislatura provincial y abonar al
Estado $2.000 m/n por expediente. En tercer lugar, se amplió la suspensión de
solicitudes de exploración en el territorio mendocino.[26]
Este decreto, a su vez, establecía que el gobierno per se podía otorgar permisos de exploración a privados.
Por último,
el 29 de julio de 1932 la Provincia de Mendoza firmó con la Dirección de YPF un
convenio que debía ser ratificado por el gobierno nacional y por el Poder Legislativo
provincial.
Dentro
de los primeros años del convenio, YPF se comprometía a realizar pozos testigos
o perforaciones de exploración. Estos debían cuantificar, en la medida de lo
posible la napa petrolífera; caso contrario debían ser abandonados y pasarían a
ser objeto de posibles cateos por particulares. Si la zona de exploración daba
positivo, se transformaba en zona de explotación con una dimensión de diez mil
hectáreas. En el contrato no se especificaba el tiempo que debía durar la
explotación, solo se establecía hasta el “agotamiento” del mismo.
Es
importante aclarar que YPF, durante la década de 1920, no había realizado una
gran prospección sobre el territorio argentino, principalmente sobre las
cuencas que trabajaba, con el objeto de buscar potenciales yacimientos
petrolíferos. En efecto, el jefe del Departamento de Minería y Geología de la
empresa estatal, ingeniero Hubert Platz, en una
reunión del directorio en 1931 señaló esto como una gran falencia del ente
nacional (Gadano, 2006, p. 294).
Por tanto,
se entiende que el principal objetivo, o por lo menos las primeras acciones de
YPF, estuvieran orientadas a prospectar todo el territorio mendocino. De esta
manera modificaba su acción anterior en la década pasada e incorporaba futuros
reservorios a su plan de explotación para el decenio de 1930.
Una de las
primeras áreas donde comenzó a explorar fue en el departamento de Tupungato,
en una zona que se encontraba colindante con Cacheuta,
ubicación que explicaba la elección para comenzar el trabajo (bajo riesgo
minero). Además, recordemos que YPF ya había realizado prospecciones en esta
zona en los años veinte y durante el gobierno interventor de José María Rosa.
Fue en estos distritos mineros donde la empresa utilizó los últimos avances
tecnológicos en exploración hidrocarburífera.
Es
interesante remarcar esta área que comenzó a explorar la empresa estatal. Si
bien hubo algunos pedidos de cateos durante la década de 1920,[27] nunca fue
tenida muy en cuenta. Por ende, la tarea de exploración en esta zona fue uno de
los mayores logros de la empresa, debido a que para 1940 se transformó en el
principal sitio de explotación en Mendoza. Recordemos que el yacimiento era
conocido, porque fueron los lugares estudiados por Bonarelli
y Fossa-Mancini. El importante pozo T.19 es el
ejemplo elocuente de lo que venimos señalando. Además, en esta zona las napas
petrolíferas se encontraban a una profundidad importante: entre 1500 y 1800
metros.
Acá vemos
cómo la ciencia y la tecnología jugaron un papel importante en el desarrollo
de la nueva fuerza productiva. Pero estas no son autónomas, como señala Montoya
Suarez (2004, p. 212), sino que dependen de las condiciones socio-económicas
que determinan su carácter, funcionamiento e impactos. Estas condiciones
fueron las acciones del gobierno de Mendoza por un
lado, e YPF por el otro, y que se manifestaron en el Convenio de 1932.
Otra de las
zonas donde se llevaron a cabo exploraciones con pozos testigos fue
Potrerillos, lugar cercano a Cacheuta. Este sitio era
conocido por sus esquistos bituminosos, pero no por contener petróleo. El
primer pozo se perforó el 26 de junio de 1933.
Empero,
lo más interesante de esta etapa exploratoria ocurrió en Lunlunta.
En esta zona no se tenía registro de informaciones petroleras, y luego de una
serie de cateos, se abrió un pozo testigo (el Nº 2)
con una profundidad de 2.476 metros, la más profunda en el país para la época y
una de las mayores en América Latina (Corbert
Frances, 1937, p. 78). En otras palabras, YPF estaba innovando con
perforaciones de gran profundidad.
Es
necesario destacar este logro empresarial para YPF en Lunlunta
(1934). Si bien el uso de maquinaria rotativa ya se empleaba en varios
yacimientos en Argentina (por ejemplo, Plaza Huincul), la complejidad de la
perforación es importante cuando se traspasa los mil metros o se lleva a cabo
en terrenos de formación muy dura, como fue el caso del pozo realizado en Lunlunta. Al respecto, en un acto realizado con motivo de
la exploración exitosa de estas zonas, el presidente de YPF, ing. Ricardo
Silveyra señaló:
Las tareas a cargo de YPF
exigen, sea cual fuera la modalidad personal, cierto dinamismo, puesto que sin
él no es posible concebir la vida normal de la Institución. Es por ello que hemos llegado nuevamente a Mendoza para inaugurar los
trabajos de exploración en las zonas de Lunlunta,
Potrerillos y Malargüe [...] como ciudadano y como funcionario he comprobado el
ambiente que, a base de un feliz consorcio entre esta provincia y nuestra
repartición se está logrando el imperio del patriotismo, del orden y de la
honestidad. (“Inauguración de tres zonas…”, 1933, p. 569)
Mapa N° 2:
Mapa exploración YPF 1932-1942
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Landoni (1942).
El
encargado de realizar las tareas exploratorias en estas tres zonas fue José
Fuchs. La designación de este técnico obedeció a varios motivos, entre los
cuales mencionamos, su capacidad para trabajar en lugares inhóspitos
(Malargüe), el trabajo con equipos especiales para la tarea explorativa,
etc. Recordemos que fue quien descubrió petróleo en Comodoro Rivadavia.
Con
respecto a la zona sur de Mendoza, YPF llevó a cabo varios pozos exploratorios
en los sitios de Chihuido, Llancanelo,
Sosneado. Sin embargo, durante la década de 1930 no
se dio inicio a la producción en la cuenca neuquina sur
mendocina. Recién en 1939 hubo una explotación discontinua en Ranquilco y a partir de 1942 esta zona se consideró
productiva.
Para 1943
YPF había explorado prácticamente todo el territorio mendocino con posibilidades
de poseer hidrocarburos, tal cual lo muestra el Mapa 2. Es decir, había
analizado las dos cuencas (Cacheuta y Neuquina),
mediante diferentes métodos analíticos, lo que le había permitido diagnosticar
reservorios, zonas productivas económicamente para la época, como, también,
aquellas que todavía necesitaban de otras variables, como por ejemplo transportes,
para ser consideradas rentables.
Conclusiones
La indagación realizada sobre los comienzos de la
exploración petrolera en Mendoza ha permitido determinar dos momentos. El
primero abarcó desde la década de 1880, con la empresa de Fader,
hasta 1930. Si bien en algunos casos hubo una búsqueda enfocada en la
explotación, en su gran mayoría se trató de permisos de cateos que muy
probablemente tuvieron un fin especulativo a imitación de lo que ocurría en
Comodoro Rivadavia. Ninguno realizó pozo testigo, debido a que no llegaron
capitales suficientes a Mendoza para invertir y/o comprar esos cateos. La única
excepción fue la compañía Río Atuel S. A. que explotó quince pozos.
La segunda
etapa comenzó con el gobierno de José M. Rosa y la entrada de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales a la provincia. El petróleo se posicionó como una nueva
actividad económica en Mendoza, producto del aumento de exploraciones con las
últimas técnicas utilizadas a nivel mundial. No solo solicitó cateos, sino que
realizó exploraciones, pozos testigos y, por último, la producción de algunos
yacimientos. Sobresalieron los geólogos que estudiaron los suelos mendocinos y
los nuevos lugares de exploración (Tupungato, Lunlunta,
Barrancas, Llancanelo). Todo esto lleva a generar una
nueva industria en Mendoza y a posicionarse en el mapa hidrocarburífero
argentino.
Por otra
parte, también podemos dividir la historia de la exploración mendocina en dos
momentos, pero con diferentes marcos temporales y bajo la actuación o no del
Estado. El primero estaría dado por las iniciativas particulares o misiones
especiales del gobierno nacional (desde la época colonial hasta 1918). El
segundo comenzaría con la asunción de José Lencinas,
quien como gobernador propició la búsqueda y posterior explotación petrolera.
Si bien los otros mandatarios no prosiguieron esta acción, hubo intentos
fallidos como el decreto de Orfila. En 1930 se revitalizó la actuación del
Estado, primero con José M. Rosa y luego con Ricardo Videla.
Este
segundo momento puede subdividirse a su vez entre la gestión lencinista y la conservadora. En efecto, mientras la
primera buscó que actores privados (nacionales y extranjeros) fueran los
responsables de llevar a cabo la exploración petrolera, la segunda convino con
la empresa estatal, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, la tarea de prospectar
el suelo mendocino. La primera gestión no produjo resultados. El capital
privado no invirtió en Mendoza. Por su parte, la gestión conservadora al
propiciar la intervención de la empresa estatal en el sector,
introdujo técnicas y equipos de avanzada, y con la contratación de personal
calificado pudo torcer las trayectorias previas fallidas. Sin duda, la
conjunción de los desarrollos técnicos y la acción estatal permitieron
redireccionar la etapa de exploración en la provincia.
Una muestra
elocuente de este cambio puede verse al analizar los mapas 1 y 2. Mientras que
para la década de 1920 los cateos apenas se extendían por el territorio
mendocino, los trabajos llevados a cabo durante los ’30 prácticamente
prospectaron todo el territorio mendocino. Este cambio no solo fue
cuantitativo, sino también cualitativo.
Por último,
ambas gestiones tuvieron una actuación uniforme: la legislación. En efecto,
tanto el lencinismo como el conservadurismo buscaron reglamentar y fiscalizar
la labor exploratoria de las empresas. Esto demuestra un Estado presente no
solo buscando nuevas fuentes económicas sino también encuadrándolas legalmente.
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enriqueatimmermann@gmail.com
[2] Las minas eran Los Buitres, Cerro Alquitrán y La Brea.
Sus descubrimientos datan de 1894 y 1895.
[3] La explotación la hacía la Compañía Mendocina de
Petróleo de Carlos Fader. Para ver más detalles, consultar Díaz Araujo (1968).
[4] Timmermann (2016) menciona las dificultades de
transportar petróleo desde las minas de San Rafael hasta Luján de Cuyo.
[5] Gadano (2006) señala que en numerosas ocasiones la
presidencia de YPF solicitó nuevas partidas presupuestarias al Congreso con el
fin de mejorar sus condiciones financieras. Estas mejoras iban destinadas a
comprar más maquinarias, a profundizar las exploraciones, etc. Sin embargo,
siempre obtuvieron resultados negativos.
[6] Carlos Fader (1844-1905). Ingeniero de profesión,
trabajó en el Ferrocaril Oeste y tuvo un taller metalúrgico en Buenos Aires. En
1883 se radicó en Mendoza. Tres años después comenzó la explotación de
petróleo. Para ver su biografía y otras actividades, consultar Díaz Araujo
(1970).
[7] No hemos encontrado datos todavía de Moisés Campos. Solo
que en 1896 denuncia la mina que comentamos.
[8] Para esta técnica se utiliza la balanza de presión
vertical que permitió obtener información sobre la profundidad de las
estructuras que pueden contener las reservas de petróleo.
[9] Barbero (2003) analiza cómo impacta la innovación
tecnológica extranjera en Argentina.
[10] Técnicamente la búsqueda de petróleo es llamada
prospección y recién cuando se perfora un pozo descubridor comienza la
exploración. Ver Stinco (2013, pp 57-70). En nuestro trabajo utilizaremos el
término exploración para ambas etapas.
[11] Enrique Hermite era ingeniero en minas, recibido en
Francia. El trabajo para la Compañía Mendocina de Petróleo fue uno de sus
primeros en el país. Mientras él era director de la Dirección de Napas y
Yacimientos Carboníferos se produjo el descubrimiento del primer pozo de
petróleo en Comodoro Rivadavia. Ver Barneda (2007).
[12] Anselmo Windhausen nació en Lingen, Alemania, el 20 de
abril de 1882. En 1909 fue contratado por la División Minas y Geología, y fue
su primer trabajo recorrer Mendoza en busca de sustancias minerales. Recorrió
toda la cuenca neuquina y fue el primero en solicitar la explotación de
petróleo en Plaza Huincul.
[13] Juan Keidal nació en Gross Stoeckheim, Alemania, en
1877. Llegó a la Argentina en 1906 y se convirtió en jefe de la Sección
Geología, que dependía de la Dirección de Minas, Petróleo y Geología. A partir
de 1913 fue su director.
[14] Registro Oficial de la Provincia de Mendoza (2919). En
1921, White y los cateadores intentaron cobrar en forma privada por sus
actividades. Intento que fue desestimado por la Corte de Justicia Provincial
(Registro Oficial de la Provincia de Mendoza, 1921, octubre 18).
[15] Para ver en detalle la explotación en Plaza Huincul
puede consultarse Gadano (2006) o Frondizi (1954).
[16] Agustín Rosas era miembro del directorio de YPF entre
1937 y 1940. Luego pasó a ser presidente provisional del ente estatal hasta
principios de 1943, cuando renunció a la
repartición.
[17] Boviy Fandos, (2018, p. 36). Las autoras señalan que la Compañía
Internacional de Bórax utilizó estas argucias legales donde se alternaba en las
solicitudes la composición de los sujetos partícipes, o se daba inicio a los
trámites a nombre de otros para –en breve plazo– transferirlos al verdadero
interesado, posibilitando grandes concentraciones de propiedad minera.
[18] Ver Yacimientos Petrolíferos Fiscales (1938), Tomo 1,
pp. 147 y ss.
[19] Leanza (2015) señala que estos dos geólogos formaban
parte de un selecto grupo de los 20 mejores científicos. Stappembeeck en la
década de 1910 había recorrido todo el sur provincial, para la Compañía
Petrolífera Chileno - Argentina de Neuquén. De esta exploración elaboró un
informe específico sobre el Río Barrancas. Para conocer sobre otras tareas
desarrolladas en Argentina por Ricardo Stappembeeck ver Tineo (2008).
[20] Provincia de Mendoza (1932, p. 11). La prohibición de
cateos y la creación de reservas no era novedosa en la historia petrolera
argentina. El gobierno nacional lo había realizado en 1907, 1918 y 1924. Para
ampliar estos temas consultar Frondizi (1954) o Gadano (2006).
[21] El contraalmirante Tiburcio Aldao era parte del
directorio de YPF, llegó a ser su presidente a fines de 1931. Formaba parte del
grupo de militares nacionalistas con respecto al petróleo. Enrique Cánepa tuvo
un destacado trabajo en el campo petrolero: fue quien descubrió el mineral en
Plaza Huincul, organizó la Destilería de La Plata, etc. Para conocer en detalle
la obra de Cánepa, consultar su biografía (1973).
[22] Convenio entre YPF y la Compañía Mendocina de Petróleo,
agosto 7 de 1931 (Yacimientos Petrolíferos Fiscales, 1938, pp. 402-408. Este
convenio fue sugerido por la Comisión para que de esta manera toda la cuenca
cuyana fuera explotada por YPF.
[23] La reactivación de los pozos petroleros en Cacheuta era
esperada por Mendoza desde hacía muchos años cuando, el gobernador Alejandro
Orfila dio instrucciones a su ministro de Industrias y Obras Públicas para
lograr la reactivación de esa zona (Provincia de Mendoza, 1928). Los pozos
petroleros de Cacheuta fueron unos de los primeros en el país en producir
petróleo, logrando más de ocho millones de metros cúbicos (Ver Díaz Araujo,
1968).
[24] De manera que los primeros actos de gobierno sobre el
tema petrolero complementaron el decreto Nº 304 de 1931 y el Decreto Nº 23 de
1932.
[25] Decreto Nº 125 de 1932.
[26] Decreto N° 224 de 1932.
[27] Podemos citar, como ejemplo, las solicitudes de Mariano
Doria (italiano) en estas zonas. Boletín Oficial de la Provincia de Mendoza
(1925, febrero 3).